Vasos cánopos egipcios
por todos es conocida la maña de los antepasados egipcios a la hora de crear arte. Se dice que podrían haber llegado del espacio exterior, pues ninguna civilización precedente fue capaz de asemejarse ni un ápice a todo cuanto los antiguos egipcios llevaron a cabo.
Leyes, ejércitos, monumentos, ritos funerarios… Todo cuanto les concierne está rodeado de un halo de misterio y magnetismo que resulta imposible pasar por alto. Haciendo del politeísmo su religión oficial, tal y como nos describe el prestigioso erudito en materia Howard Carter, dedicaron mucho esfuerzo y empeño por agradar a los dioses; pero, sobre todo, por no enfurecerlos. Así pues, la obra pionera en este campo específico, The path to Tutankhamun, nos cuenta cómo los difuntos eran protegidos para sortear todo tipo de obstáculos antes de llegar al otro mundo, en el que serían juzgados antes de acceder.
Ya en períodos precedentes al año cero, el filósofo griego Heródoto y otros tantos sintieron la atracción de esta fascinante cultura. Según Heródoto, el proceso de momificación, tan célebre y admirado entre investigadores y fervientes admiradores de aquella lejana cultura, consistía en una serie de procedimientos realizados con suma exactitud y precisión. Entre ellos se encuentra el que nos atañe a nosotros y es objeto de este post: los vasos cánopos.
Los vasos cánopos eran un mero símil del ataúd en el que descansaban los cuerpos de los fallecidos: cuatro vasos cánopos distribuidos en un cuadrado perfecto dentro de una caja de madera (similar a la cobertura interior del sarcófago), y protegidos por una coraza de piedra o alabastro recubriendo la madera (tal y como lo hacía la capa más exterior de un sarcófago). En ellos, se introducían las vísceras del difunto envueltas en vendajes sagrados, para su mejor conservación en el largo viaje a la otra vida. Cada uno de ellos estaba formado por un cilindro de piedra o alabastro -fundamentalmente en el período del Imperio Nuevo-, sellado en la parte superior por una tapa que tenía tallada la cabeza de cuatro de los elementos más representativos de la antigua civilización: una cabeza humana (Amset), una cabeza de babuíno (Hapi), una cabeza de chacal (Duamutef) y una cabeza de halcón (Kebehsemuf). Cada uno de ellos contaba con la protección de una deidad y albergaba una víscera:
- Amset: Isis era su deidad protectora, guardaba el hígado
- Hapi: Neftis era su deidad protectora, guardaba los pulmones
- Duamutef: Neit era su deidad protectora, guardaba el estómago
- Kebehsemuf: Selkis era su deidad protectora, guardaba los intestinos
Toda esta información ha sido recogida de la página web www.estecha.com , especializada en el diseño artesanal, en su sección “momias en el Antiguo Egipto”, donde también nos resume con precisión el proceso de momificación.
Los ritos funerarios de los antiguos egipcios no han dejado indiferente a nadie. ¿Por qué dedicarían tanto tiempo a pensar en la muerte y en cómo convertir su viaje lo menos turbulento posible?, ¿Qué es lo que les atraía tanto sobre la idea de viajar al otro mundo?, ¿Por qué adoraban a más de un dios?, ¿Por qué ese fanatismo por adorar a los dioses?
Muchas preguntas sin responder. Muchos enigmas y respuestas poco clarividentes. Sin embargo, los vasos cánopos no son sino otro indicio más de que los egipcios no se tomaban la muerte a broma. A fin de cuentas, estos pequeños recipientes de vísceras no eran sino pequeños-grandes tesoros donde esconder fragmentos de personas que habían abandonado este mundo para encaminarse al más allá. Christian Jacq apuntaba que ese era precisamente el motivo por el que los ajuares funerarios fueran tan ostentosos: cuanto mejores y más enriquecidos y elaborados, mejor sería la vida del difunto. La vida más allá de la muerte, quería decir.
Referencias
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Jacq, Christian. (1996) Cuentos y leyendas de la época de las pirámides
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James, T.G.H. (2001) Howard Carter – The Path to Tutankhamun
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Anónimo. Libro 2. Logo 5: costumbre y animales de Egipto. La momificación